[ Pobierz całość w formacie PDF ]
cristiana me había preparado a esperar. Incluso cuando empezó a desaparecer,
seguí viendo el cielo. Vi la tierra y una enorme extensión de agua calmada y
oscura, y muy cerca se hallaba una mujer muy hermosa, desnuda, a la que
reconocí como Afrodita. En aquel momento, este otro mundo mejor había
disminuido hasta no ser más que un paisaje percibido a través de una puerta de
dorado umbral; los contornos de la entrada pulsaban con una luz láser, y por
desgracia disminuyeron y desaparecieron finalmente de mi vista; la puerta se
había devorado a sí misma hasta no ser nada, sellando lo que habla más allá. No
he vuelto a verla luego, pero tengo la firme impresión de que era el próximo
mundo... no el de los cristianos sino la Arcadia de los grecorromanos, algo más
viejo y más hermoso que lo que mi propia religión puede conjurar para
mantenernos en un estado de fe y de moral escrupulosas. Lo que vi era muy
antiguo y muy hermoso. El cielo, el mar, la tierra, aquella mujer maravillosa, y
20
luego nada, puesto que la puerta se habla cerrado y yo me había quedado
prisionero aquí. La vi alejarse con una profunda sensación de pérdida... la vi partir,
puesto que todas las cosas giraban en torno a ella. Cuando miré en mi
Enciclopedia Británica para ver lo que podía aprender sobre Afrodita, descubrí que
no solo era la diosa del amor erótico y de la perfecta belleza estética, sino también
la encarnación de las fuerzas generativas de la propia vida; su origen no era
además griego: al principio habla sido una divinidad semita, retomada más tarde
por los griegos, que sabían tomar las cosas buenas cuando las veían pasar.
Durante aquellas horas maravillosas, lo que vi en ella fue una belleza que le falta
en comparación a nuestra religión cristiana: una increíble simetría, la armonía
palintona de la que habla Heráclito: la perfecta tensión de las fuerzas que se
equilibran en la lira que esta encorvada por la tensión de las cuerdas pero parece
completamente inmóvil, completamente en reposo. Y sin embargo la tensión de la
lira es un equilibrio dinámico, que permanece inmóvil tan solo porque sus
tensiones internas se anulan absolutamente. Esta es la cualidad de la belleza
según los griegos: una perfeción cuya dinámica es interior y que sin embargo
parece inmóvil desde fuera. Contra esta armonía palintona, el universo opone el
otro principio estético integrado en la lira griega: la armonia palintropa que
caracteriza la oscilación de delante a atrás de las cuerdas al ser pulsadas. No vi a
Afrodita como eso, y quizá el principio de oscilación continua sea el ritmo más
profundo y más vasto del universo, el de las cosas que vienen a la existencia para
desaparecer pronto; el del cambio por oposición a la estasis. Pero durante un
momento vi la paz perfecta, el reposo total, un pasado que hablamos perdido y
que regresaba a nosotros por efecto de una oscilación lenta, para presentarse a
nosotros como nuestro futuro, aquel en que todas las cosas serán restauradas.
En el Antiguo Testamento existe un pasaje fascinante en el cual Dios dice:
«Puesto que modelo un nuevo paraíso y una nueva tierra, donde el recuerdo de
las cosas desaparecidas no entrará en el espíritu y no turbará los corazones».
Cuando releo este pasaje, me digo: creo conocer un gran secreto. Cuando el
trabajo de restauración estará terminado, no nos acordaremos de las tiranías, de
la cruel barbarie de la Tierra donde habitábamos; puesto que el texto dice que nos
será dado el olvido. Y si «nuestro corazón no debe ser turbado», es que el
inmenso depósito del sufrimiento, del pesar y de la pérdida será borrado de
nuestro
interior como si jamás hubiera existido. Creo que este proceso se halla activo en
este momento, que siempre ha estado activo en este momento. Y, gracias a Dios,
hemos sido ya autorizados a olvidar lo que fue. Entonces quizá esté equivocado,
en mis novelas y en mis relatos, empujándoles a ustedes al recuerdo.
PHILIP K. DICK
21
[ Pobierz całość w formacie PDF ]