[ Pobierz całość w formacie PDF ]

-¿Qué estáis haciendo aquí en Damasco?
-El destino, como si empre, ha guiado mis pasos hasta esta
bella ciudad..., o, para ser más preciso, la suerte quiso que monta-
ra un camello hasta Damasco. -El sabio se frotó las posaderas-.
No se hizo para mi ese sistema de transporte, y mis épocas de jine-
te hace tiempo que pasaron. A falta de una adecuada silla y cuatro
forzudos nubios para llevarme, sólo me quedaba la opción de ele-
gir un camello.
-¿Qué ha sucedido en la cristiandad? Hemos estado fuera del
mundo. A no ser por la gran bondad, conocimientos y compasión de
estas buenas personas, tanto Belami como yo estaríamos muertos hace
muchas semanas.
Simon estaba sediento de noticias de la Jehad. Sólo ahora se daba
perfecta cuenta de cuán aislados habían estado durante el periodo de
curación y la larga convalecencia. Advertía con sentimiento de culpa
que, a causa de todas las maravillas de Damasco, no se había deteni-
do a preguntar qué sucedía fuera de las murallas de la ciudad y la órbi-
44
ta inmediata de su lugar de recuperación.
Abraham se sonrió.
-Tantas cosas han ocurrido, que resulta dificil saber por dónde
empezar. Después del desastre de Hittin, nada pudo detener a
Saladino. Sólo Tiro y Acre siguen firmes en manos cristianas, aunque
algunos castillos aislados, como Krak des Chevaliers, aún resisten.
Hasta Jerusalén ha caído, después de un corto estado de sitio.
Belami acotó:
-Las murallas eran lo suficientemente fuertes. ¿Cuál fue el sec-
tor que Saladino atacó?
-El oriental -repuso Abraham-. Sus zapadores abrieron una
brecha y parte de la muralla se derrumbó. Al parecer no hubo mucho
espíritu de resistencia.
Belami manifestó su disgusto con un gruñido.
-¿Muchos muertos? -preguntó Simon, con ansia.
-Relativamente pocos. El rey Guy y el duque Raimundo ya habí..
an desmembrado previamente la guarnición. Jerusalén cayó sin nece.
sidad de provocar una gran matanza. Saladino se mostró extremada.
mente compasivo y dejó que la mayoría de los ciudadanos abandonaran
la Ciudad Santa mediante el pago de un rescate simbólico, de sólo
unos pocos besants. A los más ancianos o pobres les dejó en libertad
sin siquiera el pago de esa pequeña suma.
»Saladino tiene más interés en restaurar y volver a consagrar lós
muchos lugares sagrados musulmanes que inexcusablemente los cris-
tianos destruyeron, que en quitarles a los ciudadanos de Jerusalén las
pocas monedas de oro que les quedaban. Es realmente un gran hom-
bre. Si se hubiesen dado vuelta las tornas y De Lusignan, Raimundo
y Heraclio hubieran sido los triunfadores, todos los prisioneros musul-
manes habrían sido pasados por las armas. Saladino ha dado a la cns-
tiandad una gran lección de piedad y generosidad. Con tristeza debo
decir que no puedo nombrar a ningún noble cristiano que pueda apro-
vechar esa gran lección.
»Heradio, el patriarca, tenía más interés en apoderarse de los teso-
ros de Jerusalén acumulados a lo largo de los años, que en agradecer a
Saladino que le perdonara la vida y le dejara todas sus pertenencias.
»Daba asco ver a la Ciudad Santa saqueada no por los sarrace-
nos, que la trataron con notable respeto, sino por los avarientos nota-
bles cristianos, que han robado de los altares y lugares sagrados todos
los objetos de valor a que pudieron echar mano.
La risotada despectiva de Belamí contrastaba con el disgusto de
Abraham.
-Ese condenado patriarca debe de ser un adorador del diablo.
Tiene la misma suerte de Satanás cuando se trata de salvar el pellejo.
¿Qué se sabe de Raimundo de Trípoli y la princesa Eschiva? La últi-
ma vez que vi al duque Raimundo, huía al galope de Hittin en un
veloz caballo.
-Se rumorea que murió de pena y de mortificación en Acre, a
pesar de que Saladino permitió que su esposa se uniera a él con todas
sus pertenencias. De Chátillon también está muerto, decapitado por
el propio Saladino.
-¡Eso me hace creer en la Justicia Divina! -exclamó Belami-.
¿Y qué hay de De Lusignan?
-Liberado con rescate, después de formular un sagrado jura-
mento..., del que Heraclio le ha dispensado, por supuesto. El rey Guy
actualmente resiste en Tiro.
45
-¿Y nuestro aguerrido Gran Maestro? -preguntó Belami, con
tono preñado de desprecio.
-Gerard de Ridefort está conspirando para recuperar los terri-
torios perdidos. Tiro resiste principalmente a causa de la iniciativa de
Conrad de Montferrat. Se hizo a la mar desde Bizancio con una resuel-
ta fuerza de caballeros francos y asumió el mando en Tiro poco antes
de que las tropas de Saladino quebraran sus defensas. Se trata de una
posición vital, que protege el estrecho cuello rocoso que une el puer-
to de Tiro con la tierra firme de ultramar. Después de meses de sitio,
aún sigue firme.
»De Montferrat es un líder nato. Saladino cometió un grave error
al retirarse de allí. Le hizo perder el impulso que llevaba después de
la matanza de Hittin. Hasta llegar a Tiro, los sarracenos asolaron ultra-
mar casi sin encontrar resistencia.
-¿Cómo pudisteis escapar de Jerusalén y cruzar las lineas sarra-
cenas? -preguntó Simon.
Maimónides intervino:
-Yo mandé a buscar a Abraham y obtuve un Iaissez-passer de
Saladino. Raimundo estaba muerto, por lo tanto no tenía benefactor
alguno. Un erudito como mi buen amigo es más útil construyendo
instrumentos para nuestro observatorio en Damasco, que buscando
a otro patrocinador cristiano.
Con todas las emociones de la llegada de Abraham y las lecciones de
Maimónides sobre los principios de la anatomía, la medicina y los fun-
damentos de la física y el conocimiento de las hierbas, la mente de
Simon tuvo poco tiempo para entretenerse pensando en la adorable
Señora de Siria; pero por la noche, sus sueños se llenaban con su ima-
gen. Simon estaba profundamente perturbado.
Una situación similar enfrentaba Sitr-es-Sham. Ella amaba a
Simon, pero estaba confundida con respecto a cómo debía presen-
tarse a él. No se trataba de un infiel común y corriente que se hubie-
ra alegrado de poder sacar ventaja por el hecho de haberle salvado la
vida. Simon era un hombre honorable, evidentemente tímido e mex..
perto en las lides del amor.
Sus principios y escrúpulos constituirían un obstáculo difícil de
salvar si la Señora de Siria pretendía ofrecérsele. Además de todo esto,
existía la posibilidad de que, de hecho, la madre de Simon de Cre~y
y la de ella hubiesen sido hermanas. La situación requería una pro-
funda meditación y el consejo de algún amigo de confianza. Ese ami-
go, decidió ella, era Maimónides. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • granada.xlx.pl
  •